viernes, 22 de junio de 2012

El último viaje: De Madrid al cielo…pasando por Robledollano



En primer lugar, quiero pedirte disculpas por la tardanza de mi carta, he de confesarte que hasta este momento no había conseguido reunir la fuerza física ni el ánimo necesario para escribirla.
La noticia de tu fallecimiento me cogió por sorpresa, nunca imagine que los acontecimientos fueran a precipitarse tan rápidamente y de una forma tan trágica. Tal vez por este motivo, al enterarme, me estremecí de pies a cabeza y los pilares que sostenían mi pequeño universo se vieron sacudidos con tanta violencia que todo a mí alrededor pareció derrumbarse. Me sentí confuso y perdido. Lentamente mi alma se fue sumergiendo en un mar de oscuras tinieblas y, a su vez, mi corazón se llenó de tanta amargura y tristeza como nunca antes había experimentado en mi vida.
Más de una vez, aquella mañana, pensé que la vida carecía de sentido. Mi mente no era capaz de soportar tanto sufrimiento, ni mucho menos comprender la irracionalidad de la existencia. La cabeza me dolía y me daba vueltas. La angustia atenazaba mi pecho, mientras un grito ahogado batallaba inútilmente por escapar de mi garganta para hacerse oír, intentando poner voz al enorme dolor que desgarraba mis entrañas. Una sensación de odio irrefrenable se fue apoderando de todo mi ser, haciendo crecer en mí interior un enorme deseo de venganza contra esa fauna hospitalaria indolente y miserable (médicos, enfermeras y demás seres abyectos)  que (salvo raras excepciones) nunca te trató con el debido respeto ni la consideración que merecías.
Tal vez, por eso, el recuerdo amargo de tu muerte, tanto despierto como dormido, todavía me exaspera y me indigna, por el lamentable y desafortunado trato que, en incontables ocasiones, tuviste que soportar del personal sanitario. Dios sabe, cuantas veces tuve que reprimir mi talante visceral e irreflexivo, mordiéndome la lengua hasta hacerme sangre para no expulsar a latigazos de tu habitación a esos mercaderes blasfemos y paganos disfrazados de enfermeros/as, que tanto te hicieron sufrir inútilmente.
Pero bueno, recuerda lo que decía Johann W. Goethe, <<Quién hace el bien desinteresadamente siempre es pagado con usura>>. Afortunadamente, eso nunca te importó, dar la felicidad y hacer el bien al prójimo, sin esperar nada a cambio, se convirtió, desde edad muy temprana, en tu única ley, la verdadera razón de ser de tu existencia.
Según transcurría el día, la tensión acumulada empezó a dejarse sentir y, una extraña sensación de abatimiento comenzó a apoderarse de todo mi ser, sumiéndome en un profundo estado de desesperanza. Sólo al amanecer, cuando el sol comenzaba a despuntar en el horizonte, pareció como si de pronto me volvieran a asaltar las dudas y contradicciones de la mañana anterior, pero ahora con mayor intensidad.
En mi interior se había desatado una fuerte controversia, una turbulenta tempestad de sentimientos encontrados, donde mi cabeza y mi corazón contendían acaloradamente por imponer su sentir. En cualquier caso, era una lucha enconada pero incruenta, donde no habría ni vencedores ni vencidos, sólo un alma rota, vacía y confundida por un fatal golpe del destino. Por un lado, mi mente trataba de imponer la lógica, pretendiendo convencerme de que, lo sucedido era lo mejor que podía ocurrirte, puesto que los médicos habían dado por “perdido el combate” hacía tiempo, como habían demostrado en múltiples ocasiones, con su desinterés, su mala praxis y su incapacidad manifiesta. Por eso, mi cabeza, en un intento desesperado, por mitigar el terrible dolor de mi alma, trataba de convencerme, sin éxito, que en esta situación tan crítica, la muerte era la única alternativa posible, la única fuerza capaz de romper las cadenas que te mantenían cautivo, desde hacía años, a un cuerpo enfermo.
En honor a la verdad, he de confesarte, que a pesar del terrible sufrimiento que me produjo tu pérdida, en cierto modo, me reconfortó la idea de pensar que ahora por fin, eras libre y descansabas en paz, para siempre, lejos del  dolor, el sufrimiento, la enfermedad y sobre todo de esos médicos inútiles e ¡hijos de puta!
Sin embargo, por otro lado, mi corazón, roto de dolor y pena, me dictaba lo contrario. No se resignaba a tu pérdida y lloraba desconsoladamente tu ausencia. En ese estado de enajenación mental transitoria su única idea era rescatarte de las garras de la muerte y devolverte a la vida <<contra viento y marea>>, costase lo que costase. Se mostraba intransigente en todo lo concerniente a tu marcha, no soportaba que te convirtieras en un simple recuerdo, aunque eso supusiera alcanzar la inmortalidad, al estar presente de manera imborrable, inalterable y permanente, en la memoria de todos los afortunados que te conocieron.
Finalmente, como sabes, terminé por hacer caso a mi cabeza, prefiriendo asumir tu pérdida, por dolorosa que esta fuera, a seguir teniéndote a mi lado a cualquier precio, es decir, agonizando lentamente, día tras día y sin esperanza alguna de recuperación.
Porque aunque soy consciente de que una cruel enfermedad, después de minar gravemente tu salud durante años, ha terminado por segar tu vida, arrebatándote de mi lado, también tengo la convicción de que existe vida después de la muerte. Es evidente que el cuerpo no sobrevive, pero estoy convencido de que sí lo hace el alma. Por ese motivo, creo firmemente que la conexión espiritual que nos unió en vida, también lo hará después de la muerte, a pesar de la distancia que ahora nos separa, y así será hasta nuestro próximo reencuentro en el Más Allá.
En cualquier caso, lo que no admite discusión es que, de una manera u otra, tu recuerdo siempre estará conmigo, no me abandonará nunca mientras viva. Cualquier pretexto será bienvenido para traer tu imagen a mi memoria y, revivir de nuevo la sensación de tenerte cerca una vez más.
Pero bueno, como no quiero aburrirte, dejaré para otro momento las reflexiones y elucubraciones metafísicas que suscita en mi cerebro la confluencia de tantos sucesos aciagos en tan corto espacio de tiempo.
Sin embargo, como sé que te hará sonreír, quiero compartir contigo la principal causa de mis desvelos el día de tu entierro, por increíble que parezca, mi mayor preocupación era que se cumplieran rigurosamente, en modo y forma, las ceremonias fúnebres necesarias para que el difunto, es decir, tú, alcanzaras la felicidad eterna en el Más Allá. Puede parecerte exagerado, pero he de confesarte que para mí, se convirtió en una verdadera obsesión. Por este motivo no quise dejar nada al azar y jugué sobre seguro, acatando escrupulosamente las fórmulas y ceremonias propias de los rituales fúnebres, incluyendo todo el repertorio relativo al mundo funerario: velatorio, coronas de flores, responso, misa, etc., todo lo necesario para facilitarte el tránsito sin contratiempos, entre el mundo terrenal y el mundo de ultratumba.
¡Pero, ya me conoces! con la suerte que tengo, seguro que terminé “cagándola”. En fin, para que juzgues por ti mismo, paso a relatarte, desde mi punto de vista, naturalmente, cómo se desarrollaron los acontecimientos, desde tu fuga del hospital, hasta tu llegada al pueblo, en honor de multitudes.
Como ya sabes, desde el hospital fuiste trasladado hasta el tanatorio, donde te estuvimos velando y acompañando hasta la mañana del día siguiente. Delante del pequeño y hermoso ataúd, adornado con flores, donde yacías con rostro serio, los ojos cerrados y las manos juntas, como cinceladas en mármol, fueron desfilando familiares, vecinos, y otras personas más o menos allegadas, que quisieron despedirse de ti, presentándote sus respetos y dándote su último adiós, antes de que emprendieras viaje.
A las once y media de la mañana, iniciamos el viaje desde Madrid hacia Robledollano, la tierra que te vio nacer, donde primero, se celebraría una misa y, posteriormente, se depositarían tus restos (físicos) en una sepultura.
Cuando llegamos por fin a la iglesia, aún resonaba el tañido de las campanas. Tu nieto, Carlos, ayudado por otros familiares, se encargó de transportar el ataúd desde el coche fúnebre hasta el interior del templo, colocándolo en la nave central, cerca del altar mayor. Al pasar por delante de tu mujer, Isabel, se detuvieron por unos momentos ante ella y lo bajaron para que la mujer pudiera despedirse de ti. Cuando tú esposa vio de cerca el pequeño ataúd, se estremeció súbitamente y empezó a agitar de manera nerviosa su cabellera blanca hacia adelante y hacia atrás, por encima del féretro, de modo espasmódico. Las gentes corrían de un lado para otro, como pollos sin cabeza, agitados y desconcertados, intentando encontrar asiento en los últimos bancos vacíos de la iglesia, mientras, los demás, ante la imposibilidad de sentarse, decidieron permanecer de pie, rodeando el féretro, en actitud seria durante todo el oficio. La iglesia era vieja y bastante pobre; había pocas imágenes, y la mayoría, no tenían ornamentaciones metálicas, invitando, aún más si cabe, a la meditación y el rezo. Durante la misa, tu esposa pareció calmarse un poco, aunque de vez en cuando rompía en sollozos al recordarte, lentamente terminó sumiéndose en un llanto silencioso, que trataba de ocultar cubriéndose la cara con las manos. Más tarde, acabo por sosegarse y, permaneció inmóvil, con una expresión compungida en el rostro y, la mirada perdida en el vacío. Después de la epístola, mi mujer (que había quedado relegada en segunda fila, por la falsa notoriedad de algún/a hipócrita), me susurró de pronto al oído, que no le había gustado nada la homilía del padre Don Domingo, a causa de sus continuos desplantes hacia el difunto, sus comentarios fuera de lugar y sus incontables despropósitos verbales (ya conoces las excentricidades de este personaje), pero no me contó que además, era un perfecto miserable, mezquino y usurero. Cuando comenzaron a cantar el himno “Osana en el cielo”, empecé a seguirlo a media voz, mas no llegué hasta el final e inclinando lentamente mi rostro sobre mis rodillas hasta que este quedó oculto de miradas indiscretas, comencé a sollozar en silencio como si fuera un niño, permaneciendo en esta posición durante un largo rato.
Más tarde, tras finalizar la ceremonia, la gente comenzó a agolparse a nuestro alrededor para despedirse y, a su vez, manifestarnos sus condolencias por la pérdida sufrida, antes de dirigirse hacia sus casas. Tras estas muestras de cariño, por parte de todos y cada uno de los presentes, el coche fúnebre, con el féretro de nuevo en su interior, se puso en marcha camino del cementerio, seguido por una pequeña comitiva que quiso acompañarnos hasta darte cristiana sepultura.
Un lugar de tránsito, sin duda, donde tu espíritu, liberado ya de un cuerpo inanimado e inerte, iniciaría sin más demora el viaje que te permitiría alcanzar tu destino final, el cielo. Donde supongo que, en estos momentos, te encontrarás felizmente acompañado por tus antepasados (tus padres, tu hermano y otros familiares allegados, como Candela, que ha terminado siguiendo tus pasos, tras una larga y dolorosa enfermedad, como indudablemente ya sabes) y habrás comenzado a disfrutar de una existencia en común con todos ellos, en un mundo mejor, atrás queda el pasado, con su mundo de guerras, enfermedades y muerte, desde luego; que no quede de él ni huella ni recuerdo en tu mente; te vas para siempre, hacia un mundo nuevo, hacia nuevos lugares, donde reinará el amor, que desde ahora, será el faro que alumbrará y guiará tu espíritu hacia la paz eterna y la felicidad infinita.
Después del entierro, la gente que se había acercado hasta el cementerio, comenzó a abandonarlo en silencio, camino de sus casas. El pueblo no estaba lejos, aproximadamente a medio kilómetro de distancia. Por un instante pensé que desde allí podría oírse el tañir de las campañas de la iglesia llamando a misa, o el repique del reloj situado en el ayuntamiento al marcar las horas del día, incluso es posible que también se pudiera oír al alguacil leyendo con voz fuerte y clara el pregón diario, como si leyera desde el mismo cementerio. Esta sensación de cercanía con el mundo real, hizo que experimentara una extraña sensación de bienestar, pensando, sobre todo, en la reclusión y el alejamiento, que “respiraban” los habitantes eternos de aquel lugar.
Por unos instantes, me dediqué, a contemplar con mayor detalle el entorno del camposanto; los campos, las colinas, los árboles y hasta una bandada de gorriones que, en ese momento, volaba a gran altura por un cielo azul. El día se había vuelto claro, apacible, sin embargo, de repente, el viento que, hasta entonces, había permanecido en calma, comenzó a soplar con fuerza, provocando que, lentamente el cielo se fuera poblando de nubes blancas. Fue entonces, cuando se produjo un extraño fenómeno, que atrajo poderosamente mi atención, por un instante, me pareció distinguir, como sí, en una de aquellas nubes de aspecto esponjoso y algodonado, comenzara a materializarse tu dulce rostro que, surcado de pequeñas arrugas, me miraba sonriente y feliz desde las alturas, haciéndome un guiño cómplice, como muestra de satisfacción y conformidad por tu nuevo estatus en el reino de los cielos.
Lejos de sobrecogerme aquella visión fantasmagórica, por el contrario, provocó en mí, un deseo irresistible de besarla, de cubrirla de caricias, de abrazarla, y juré con vehemencia amarla por los siglos de los siglos.
La paz de la tierra parecía fundirse con la del cielo, era como si todos los vínculos que conectaban ambos mundos convergieran de golpe en mi alma, y toda ella, se estremeciera de júbilo, experimentando una desbordante sensación de bienestar y un entusiasmo inusitado.
Sin embargo, la alegría fue efímera, al contemplar atónito cómo mi querido fantasma, impulsado por el viento, se puso en marcha y emprendió veloz carrera por la dilatada y extensa bóveda celeste, alejándose cada vez más del cementerio hasta desvanecerse ante mis ojos en las profundidades del infinito.
Y nunca jamás en toda mi vida podré olvidar aquella experiencia, independientemente de que fuera real o sólo fruto de mi imaginación.


J.C



Posdata: La mayoría de las personas necesitan toda una vida para dejar huella, sin embargo, no es tu caso, todos los afortunados/as que han tenido la oportunidad de conocerte, dan fe, de la huella indeleble que has dejado en sus corazones.  Tal vez, por eso, tus conversaciones pausadas, tu voz amable, tu sonrisa sincera y tu dulce mirada se quedaron sobre la tierra, tan vivas como siempre, como testigos imperecederos del alma profundamente compasiva, de un hombre moralmente entusiasta, enamorado de la vida y de la gente, con un corazón tierno y apasionado.

Dedicatoria: A la Santa memoria de Marcelino, esposo, padre y abuelo ejemplar, cuyo recuerdo alentará nuestras vidas, logrando recrear nuestro espíritu en las largas horas de soledad.
No te olvidaremos nunca, ¡que sea eterna tu memoria en nuestros corazones, ahora y siempre!

Agradecimiento: Quiero agradecer sincera y profundamente todas las muestras de cariño, afecto y respeto que, tanto mi familia como yo, hemos recibido de todos vosotros, en un momento tan duro y difícil para todos.

domingo, 1 de abril de 2012

Donde Menos Lo Esperas: Making Of

Tras una larga espera, aquí está el Making Of del corto Donde Menos lo Esperas, una recopilación de algunos de los mejores momentos del rodaje y post-rodaje. He de hacer una obligada mención a mi estimado Samuel Marín que se ha hecho cargo de esta pieza audiovisual. Podéis encontrar esto y otras maravillas en Mijaconair.

domingo, 25 de marzo de 2012

NUEVO VIDEORRESUMEN DEL NEW TEAM (contra la Naranja Mecánica)

Para darle una nota de otro color al blog he decidido colgar aquí, para todos los usuarios, un vídeo que recoge los goles y las jugadas más importantes de un partido entre el New Team F.S y la Naranja Mecánica, dos equipos que actualmente militan en la 3ª División de fútbol sala en Alcorcón.
Y bueno, tras recordarles que pueden acceder a más información sobre este equipo, el New Team F.S, en su blog, les dejo con el vídeo del que les he hablado, espero sinceramente que les guste...

domingo, 11 de marzo de 2012

Donde Menos Lo Esperas... al desnudo

Aquí dejo contenido adicional al corto por cortesía de mi estimado colaborador y amigo Samuel Marín, alias, MijacOnAir...Os gustará, seguro!:)

domingo, 4 de marzo de 2012

Corto Donde Menos Lo Esperas...

Y qué mejor estreno podía tener el blog que el corto producido y dirigido por mí en colaboración con MijacOnAir???
Antes de nada, quiero agradecer públicamente a Cristian Amarillo que tuviera el enorme gesto de cedernos casa, coche, amor y lo que hizo falta para la creación de este cortometraje. Gracias también a todos los que con su colaboración hicieron esto posible.
Aquí os lo dejo, espero sinceramente que os guste!!! NO OLVIDÉIS PONERLO EN HD!!!